Hoy, 16 de mayo, es el cumpleaños de mi hija. Éste es un día de recuerdos y de celebración en el que podemos regalarnos mensajes llenos de amor.
Imagino que Chloe escucha mi voz diciendo cuánto la amo y que me encantaría que el tiempo regresara al comienzo de nuestros días para volver a vivir tan maravillosa experiencia a su lado.
Sé que mi ausencia en su nueva existencia le dio la obligación de velar por sí misma, pero deseo que recuerde que siempre estoy ahí… en el resplandor de cada mañana, en la energía sutil, en nuestros sueños y es justo ahí donde podemos comunicarnos.
Hace mucho tiempo, una persona me sugirió que hiciera caso omiso a las ocasiones especiales, como es el cumpleaños de mi hija fallecida y que podría ser doloroso celebrar su cumpleaños, que quizás era preferible que no celebrara este día especial. Sin embargo, yo nunca hago caso a quienes no me comprenden, tampoco hago nada que vaya en contra de mis sentimientos, y como tengo la necesidad de expresar mi amor por mi hija y mostrar cuánto la apreciamos, siempre celebro su cumpleaños.
Curiosamente, con el paso de los años me he dado cuenta de que mimar a una hija fallecida guarda similitudes con mimar a una hija que vive. En ambos casos, no puedes dejar de pensar en ellas e intentas hacer todo lo que está en tus manos para que guarden un buen recuerdo de su madre.
Quiero que mis hijas tengan presente estas palabras: «vosotras siempre fuisteis y seréis parte de mi vida, por vosotras soy más valiente, y por vosotras soy lo que soy y como soy».
Chloe es parte de nosotros y siempre lo será.
